Terminó marzo… arrancó el otoño. Padecimos el calor y las lluvias, soportamos el ajuste y el shock del cambio.Tratamos de adaptarnos, con nuestros recursos, con nuestras limitaciones. Hacemos lo que podemos… Y sufrimos lo que no podemos.
Vivimos en este mundo, en este siglo, en este país, en nuestra familia y en cada contexto particular, transitamos nuestro tiempo. Cada uno, solo y acompañado… Viviendo cada milagroso día, construyendo nuestra propia historia.
El mundo no se detiene y no podemos bajarnos.
Hace un tiempo, comencé a escuchar sobre el concepto VICA para definir las características de nuestro mundo actual.
Esta sigla describe un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo… Así estamos, con
paradigmas cambiantes, llenos de dudas acerca de lo que conocemos. Muchas variables
que interjuegan para determinar nuestras decisiones y nuestro destino. Seguimos buscando
la verdad mientras navegamos en el océano de la incertidumbre.
La tecnología avanza a pasos agigantados. Nos ayuda y a la vez nos invade, nos conecta y.
paradójicamente, nos lleva a vivir desconectados de nosotros mismos.
La edad de la globalización trae implícita la propagación de virus y el cambio climático
comienza hacerse tangible en cada rincón del planeta.
Después de la pandemia, los trastornos de ansiedad y los cuadros de depresión
alcanzaron cifras alarmantes. Según publicaciones de la OMS, la prevalencia de estos
casos aumentó aproximadamente un 25%, lo que generó una alerta sobre los problemas de
salud mental en la población general.
Estamos sumergidos en un mundo estresante y eso tiene un costo para nuestra salud
Bio-Psico-Social. Nuestra genética, nuestras emociones, nuestros pensamientos, nuestros
vínculos y también nuestro ambiente impactan directamente en nuestra salud integral.
Sin duda, este es un tema de salud pública, pero también es un tema personal. Es hora de
detenernos y tomar conciencia. Es hora de reflexionar: ¿Qué puedo hacer yo para vivir
mejor? ¿Qué puedo hacer yo para mejorar mi entorno?
El gran desafío es gestionar el estrés, no intentar eliminarlo. ¿Y cómo lo hacemos?
Fortaleciendo nuestros recursos y aceptando nuestras fragilidades. A veces nos
resignamos, nos quejamos y no podemos salir de ese ciclo, creemos que no podemos
cambiar todo, por lo tanto no hacemos nada. Otras veces intentamos luchar contra viento y
marea y terminamos desgastados porque no logramos ningún resultado. Las amenazas nos
abruman y la angustia nos invade, nos sentimos impotentes.
Quizás debemos revisar nuestras expectativas. Diferenciar lo ideal de lo posible y tratar de
cambiar «algo», aunque no podamos cambiar «todo». Gestionar el estrés implica autoobservación, capacidad para mirarnos a nosotros mismos y reconocer nuestras necesidades y límites. Requiere estar atentos a lo que nos hace bien y potenciarlo, descubrir aquellas actividades, momentos y vínculos que sacan lo mejor de nosotros.
Reconocer lo que nos daña y preservarnos, generar espacios de autocuidado y disfrute.
La ciencia ha demostrado que ciertos hábitos pueden ayudarnos a preservar nuestra
salud frente al estrés y a disminuir las sensaciones de malestar. Son pequeñas
costumbres cotidianas, simples pero difíciles de sostener:
Casi todos conocemos estas recomendaciones, sin embargo,no les damos la importancia suficiente. Posponemos nuestros planes para otro momento, para algún momento ideal, esperando que el contexto cambie. Negamos la urgencia de hacernos cargo y seguimos quejándonos del mundo que «nos ha tocado».
Martin Seligman, psicólogo y escritor estadounidense, padre fundador de la psicología positiva, nos propone un modelo con cinco componentes que podrían servir como guía para buscar el bienestar.
Su modelo, llamado PERMA por las siglas en inglés de Positive Emotions, Engagement, Relationships, Meaning, y Accomplishment, pone el foco en nuestra capacidad para generar emociones positivas desde una postura activa. Nos insta a comprometernos con aquello que nos hace bien, a buscar un proyecto que otorgue sentido y propósito a nuestra vida, a construir vínculos saludables y amorosos, y a valorar nuestros logros sin sobreexigirse.
Ya es momento de tomar conciencia, de pasar de lo macro a lo micro. Podemos quejarnos del mundo que nos ha tocado o podemos valorar todo lo bueno que tiene vivir este tiempo.
Ser protagonistas en la construcción de nuestro bienestar y de nuestra salud para acumular créditos a favor en un mundo que parece restarnos constantemente nuestra paz interior y nos expone a un mayor riesgo de enfermar.