Cada 25 de noviembre, el mundo vuelve a poner en agenda una problemática que atraviesa a todas las sociedades: la violencia por motivos de género. Aunque en muchos casos permanece invisibilizada, sigue impactando en la salud física, emocional y social de miles de mujeres e identidades feminizadas todos los días.

La fecha, establecida por la ONU, es más que una conmemoración: es un llamado a la acción, tanto para los Estados como para las instituciones que acompañan en el territorio. En este escenario, el sistema de salud se transforma en un punto de contacto clave, donde muchas veces empiezan a aparecer señales o inquietudes que permiten orientar a las personas hacia dispositivos de apoyo.

La violencia de género no es solo física. Puede ser emocional, económica, sexual, simbólica o digital, y en la mayoría de los casos se presenta de forma gradual, silenciosa y difícil de identificar. Según informes de ONU Mujeres, la OMS y el MESECVI, la normalización de ciertas conductas —como el control sobre las comunicaciones, el aislamiento de amistades y familia, las humillaciones, la manipulación emocional o el control económico— suele ser uno de los primeros indicadores de alerta. Cuando estas dinámicas se sostienen en el tiempo, la situación puede escalar.

En este contexto, los espacios de salud pueden convertirse en un primer lugar donde las personas expresan malestares o emociones difíciles de nombrar. La escucha activa, la contención y la orientación adecuada permiten acompañar sin juzgar y derivar a los recursos especializados que ofrece el Estado y cada jurisdicción.

Si vos o alguien de tu entorno atraviesa una situación de violencia por motivos de género, existen canales de atención gratuitos y confidenciales:

El 25N es una fecha clave para visibilizar la problemática, pero el compromiso es permanente: reconocer las señales, escuchar, acompañar y garantizar que nadie enfrente la violencia en soledad.