El sol es fuente de energía para todos los seres vivos. En el ser humano desempeña un papel fundamental en procesos como el metabolismo del calcio, el ciclo de vigilia-sueño y la regulación hormonal. Sin embargo, también puede provocar efectos dañinos debido a una exposición prolongada en horarios inadecuados: desde enrojecimiento, quemaduras, arrugas, fotoenvejecimiento, hasta cáncer de piel. Cuándo no tomamos las medidas adecuadas de precaución, la radiación solar se acumula en nuestra piel a través del tiempo y sus efectos, aparte de acumulativos son irreversibles, pudiendo provocar diferentes tipos de cáncer de piel.
Existen dos tipos de radiación ultravioleta: los rayos UVA y los UVB. Mientras que los UVB causan quemaduras, los UVA penetran profundamente en la piel y se asocian con arrugas, pérdida de elasticidad y fotoenvejecimiento, exacerbando los efectos cancerígenos de los UVB. Muchas personas consideran que sólo están expuestas al sol durante las vacaciones o fines de semana y no entre semana al aire libre, por lo que reducen las precauciones para evitar las radiaciones. En el caso de los niños, se aprecia un olvido de las recomendaciones a medida que van creciendo.
¿Cómo nos protegemos? Es fundamental consultar con un dermatólogo para determinar qué nivel de protector solar es necesario según el tipo de piel de cada persona.